Los nervios se agolpan en el estómago cuando la bola del reloj llega a uno de los momentos más emblemáticos del año
que termina:
las doce uvas de la suerte. Tal y como manda la
tradición, tenemos que tomar una uva con cada campanada para que la
suerte nos acompañe durante el año que se inaugura tras la Nochevieja.
Pero esta costumbre sigue siendo un misterio para muchos.
La
teoría que cuenta con más votos es aquella que admite que a
finales de la primera década del siglo XX se produjo un excedente
increíble de este delicioso fruto en la zona de los viñedos alicantino.
La uva se rodeó de misticismo para que la economía vitícola no se
hundiera, de ahí que cada año, supersticiosos y seguidores de esta
práctica ritual, continúen haciendo de este hábito, inaugurado por
motivos económicos, una verdadera institución dentro del folclore
español.
El origen de la uva

Para localizar el
origen en
el espacio de esta jugosa baya, tenemos que viajar hasta la zona del
Caúcaso, patria de la uva. En cuanto al tiempo que lleva este fruto
cultivándose, todo apunta a que en períodos tan remotos como el
Paleolítico ya se disfrutaba del sabor del mismo. Desde su cuna, inició
un periplo por el Mediterráneo, produciéndose su eclosión en la época
clásica. Su transformación en vino ha quedado patente en diversas
mitologías y religiones donde se utilizaba para rendir culto a los
dioses.
Una de las grandes
ventajas de la uva es que puede tomarse
sola como postre, o como ingrediente dentro de suculentas recetas, o
bien puede ser la parte central de bebidas tan extendidas como el vino,
el cava o el mosto. Dentro de su talante como alimento sólido en España,
suele dispararse su compra en diciembre debido a la tradición, siendo
el único país que celebra la entrada del año nuevo de esta forma tan
original. La botella de champagne es típica de Francia, mientras que las
uvas pasas son un rito portugués. En Italia tienen el hábito de comer
lentejas para atraer la prosperidad.
Acerca de su cultivo
Las uvas las produce la planta de
la vid, que se engloba dentro
de las angiospermas dicotiledóneas. Partes esenciales son las flores,
las hojas; encargadas de realizar las funciones vitales para el
desarrollo de la plantas, los sarmientos, el tronco, las raíces;
encargadas de absorber del sustrato en el que se asientan las sales
minerales y la humedad y, por último, el fruto que nos ocupa: la uva.

Cuando
comienza el calor, a mediados de mes de marzo, es cuando aparecen los
primeros atisbos del fruto de la vid, muy característico por su color
verde, que indica la gran cantidad de clorofila que contiene. Además de
este elemento, esta uva sin madurar contendrá otras sustancias cuya
medida se relaciona directamente con el tipo de
variedad ante la que nos encontremos y con la zona de cultivo y su clima.
El fruto dejará el verde y tomará la coloración típica del grupo al
que pertenece. Si es una vid de uva blanca, el fruto adquiere la
tonalidad amarilla, mientras que si estamos ante una variedad de uva tinta, la gama de
rojo teñirá
todas las uvas. El mayor enemigo de los viñedos es de orden climático,
puesto que el granizo puede llegar a destruir una gran cantidad de
hectáreas.
Si nos adentramos en la historia del vino, veremos que se han conseguido
excelentes variedades de muchas uvas
diferentes. Dentro de la variedad de las tintas hay grandes especies de
uva con gran renombre dentro de la industria vinitícola como el
Tempranillo, Monastrell, Garnacha, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon,
Bobal, Mencía, Sangiovese, Graciano, Cariñena, Prieto picudo, Merlot,
Syrah, Pinot Noir, Gamay o Nebbiolo. En cuanto a las variedades de uva
blanca contamos con la Moscatel, Pedro Ximénez, Treixadura, Malvasía,
Chardonnay, Albillo, Xarel-lo, Parellada, Garnacha blanca, Airén,
Viognier, Semillon, Merseguera, Chenin Blanc, Sauvignon Blanc,
Torrontés, Macabeo, Palomino, Godello, Riesling, Albariño, Verdejo o
Muscat d'Alsace.
Cómo elegirlas y conservarlas

Para elegir los mejores racimos, tendremos que buscar las
uvas a partir del otoño.
Debene destacar por su grado de madurez, momento en el que la tonalidad
del fruto está exenta del color leche. El punto óptimo es aquel en el
que la uva se desprende muy suavemente y sin esfuerzo de su unión con el
ramillete. No perderemos detalle de la piel, puesto que ésta debe
presentar un aspecto liso, carente de arrugas. También nos serviremos de
nuestro olfato para determinar qué ejemplares nos llevamos a casa.
Su sabor se
conserva mejor en el frigorífico que en el
frutero. Dentro del mismo, estarán perfectas hasta una quincena pero
cuidaremos de no ponerlas en una zona del refrigerador donde corran el
riesgo de congelarse y las mantendremos en este lugar hasta una hora
antes de comerlas. Para dejarlas listas para el postre, habrá que
lavarlas bien con objeto de dejarlas libres de posibles restos de
fertilizantes u otros químicos. Es importante que el lavado sólo se
realice con el propósito inmediato de comerlas o cocinarlas, nunca para
conservarlas. En la mesa, es preferible consumirlas solas para
apreciarlas, pero entre las sugerencias más habituales está su empleo
dentro de macedonias junto a otras frutas y como acompañamiento e
ingrediente en tartas o flanes.
Composición y beneficios para la salud
Los
componentes de la uva variarán según la especie de la que se
trate, pero en general son muy abundantes en hidratos de carbono y
deficientes en lípidos y proteínas. Las vitaminas que destacan por su
gran presencia son la A y el ácido fólico y en proporción mínima B1, B2,
B3, B6 y vitamina C. Algunos minerales que contiene son el calcio, el
cobre, el magnesio, el hierro, el manganeso, el hierro y en una cantidad
insignificante, el sodio. Una diferencia entre las de la gama de las
negras frente a las blancas es su superioridad en potasio. Otra
diferencia es la cantidad de calorías: por cada 100 gramos, la blanca
cuenta con 75 calorías y la negra 110. Señalar también que el agua
representa en este fruto un 80%.

Nuestro
organismo se beneficia a través de la uva de su gran poder depurador,
regenerador y limpiador. No es extraña su utilización en casos de
estreñimiento, puesto que su
fibra ayuda al intestino a eliminar
toxinas. Estimula el sistema inmunológico y tiene muchas propiedades
beneficiosas para la piel gracias a su efecto hidratante. De cara al
colesterol, actúa como reductor y también resulta buena para el
tratamiento del cáncer. Sus
zumos pueden ayudarnos a revitalizarnos tras la fatiga y en la convalecencia, además de recomendarse en estados anémicos.
Este fruto, por tanto, además de servirnos como símbolo en una noche
tan mágica como es la de Nochevieja, es perfecto para la salud interna y
externa de nuestro cuerpo. Además, es muy
versátil en la cocina,
ya que se puede emplear como alimento sólo, como ingrediente de
multitud de recetas y como base a una de las bebidas más apreciadas en
nuestro país, como es el vino.